El jardín del amor
In-A-Gadda-Da-Vida.
Es llamativo que en la mayoría de las pinturas de Remedios Varo está presente de una u otra manera la arquitectura. Son edificios o habitaciones que albergan a sus personajes (mayoritariamente femeninos). Pueden ser refugios, lugares de trabajo o de ocio, pero siempre lugares soñados, pertenecientes solo en parte a nuestro mundo.
Son cabañas en el bosque, torres de un castillo con almenas, templos improvisados… Son lugares de otra época más ingenua, más mítica. Como las arquitecturas del Trecento, ejemplos de sinécdoque plástico, cuando una torre representaba a toda una ciudad o un árbol era todo un bosque.
Como esta estancia en medio del jardín del amor, donde una mujer estatua o una mujer espectro atiende en la ventana a un galante hombre pájaro. Aves rojas sobrevuelan entre los árboles de este paraíso surrealista. Es quizás un ejemplo perfecto del amor. Algo imposible, hermoso, absurdo…
Las casas de Varo parecen casas de muñecas: pequeñas, hermosas, sin paredes para espiar lo que pasa dentro. Son arquitecturas aisladas en el medio de la naturaleza o confundiéndose con esta. Son lugares inhabitables, imposibles, como este, diminutos pero a la vez con infinitas estancias y laberínticos espacios.
Es la belleza de lo incoherente. Incoherente como el amor. De esto sabían mucho los surrealistas como Varo.