El mar de hielo
El romántico documenta un naufragio en el Polo Norte.
Un barco (se lee HMS Griper) asoma su popa en medio de una capa de hielo rota en pleno Océano Glaciar Artico. Los fragmentos de hielo se elevan al cielo, convirtiéndose en una especie de monolito funerario.
El HMS Griper fue uno de los barcos que participaron en las expediciones de William Edward Parry al Polo Norte para encontrar el Paso del Noroeste.
Friedrich era un experto en representar por medio del paisaje las grandes luchas de la naturaleza con su peor enemigo, el hombre, y con esta en concreto inauguró un nuevo género: el “Arctic Sublime”, que pegó bastante fuerte.
El romanticismo se nutrió de historias épicas y trágicas como esta, ambientadas en lugares lejanos o inéditos y mostradas bajo un prisma de introspección e individualismo. El ser humano es devorado por la fuerza de la naturaleza, y aquí casi no vemos ni su huella. Hay que esforzarse para ver el barco. Más bien es todo está tranquilo y solitario, congelado. Ni siquiera la herida en el hielo parecen haber hecho un gran daño, comparada con los icebergs que se ven en ese paisaje sublime que forman una especie de castillos congelados en el tiempo.
Se sabe que Friedrich tuvo un accidente en su infancia relacionado con el hielo. Cuando tenía 7 años, paseando por un lago congelado, el hielo se rompió bajo sus pies. Su hermano mayor Johann Christoffer se lanzó en su ayuda, pero pereció ahogado, sacrificando su vida por el futuro pintor. Friedrich no pudo nunca superar el suceso y la culpa le siguió toda su vida.
La naturaleza fue desde entonces su fuente de inspiración, miedo y respeto.