Mujer en escalera
Un paisaje interior.
Os presento a Caroline, la esposa de Friedrich.
Ella tenía 23 cuando se comprometió con el pintor, que al fin había sido nombrado miembro de la Academia de Dresde en diciembre de 1816 y pudo así recibir un salario de 150 táleros y permitirse una familia. Friedrich tenía 42 años.
Desde el primer momento Caroline desempeñó el papel de devota y cariñosa esposa, y cambió radicalmente a un Friedrich demasiado huraño. En esa época el romántico era prácticamente retrasado mental en lo que se refiere a relaciones sociales y fue Caroline la encargada de volver a recuperar amistades que Friedrich descuidaba, conectar de nuevo al artista con su familia o cosas tan básicas como hacerlo desayunar con alguien a la mesa.
Friedrich ganó en salud social (y probablemente mental) pero perdió libertades, algo que duele a un romántico más que a nadie. Ya no podía por ejemplo hacer sus inexplicables paseos nocturnos. Ahora tenía que consultarlo todo con Caroline. [1]
Eso si… Cuando Friedrich pintaba no quería que nadie le tocara los cojones. Caroline lo comprendía perfectamente, aceptó la necesidad de soledad del pintor para pintar obras en las que curiosamente su mujer empezaba a aparecer a menudo, ya fuera como modelo en el entorno doméstico, o mirando por la ventana, o difuminada a la luz de una vela, o como en este caso subiendo una escalera.
La pobre Caroline subía esa escalera todas las noches, dejando a su esposo trabajando y así la pinta el romántico, como si de uno de sus paisajes sublimes se tratase. Parece que Caroline sube una montaña y se dirige a una luz casi religiosa. Friedrich se quedaba abajo en la oscuridad, escudriñando en su cada vez más confusos pensamientos.
Un Friedrich que sufría cada vez más ataques de melancolía, de paranoia, e incluso de excesiva severidad e incluso violencia contra ella y sus hijos. Friedrich se había convertido en un viejo paranoico que había desarrollado ciertas ideas que comenzaron a socavar por completo su existencia doméstica. A veces sospechaba de que Caroline le era infiel, el viejo cabrón, el de los picos sublimes, los bosques al atardecer y las ruinas románticas. [2]
Caroline, que subía todas las noches esa escalera estrecha y lúgubre, no podía ser más fiel. Supongo que sabía que la gente talentosa es difícil, y la muy talentosa es muy difícil. Y Friedrich era muy talentoso, como se puede apreciar en sus paisajes, tanto exteriores como interiores.