Mañana de pascua
Paisajes que conectan emocionalmente con el espectador.
¿Qué nos quiere decir Caspar David Friedrich con este cuadro…?
Un artista como él, que siempre manejó el simbolismo como utensilio para expresar emociones, deseos o pensamientos, nos quiso mostrar en este exquisito óleo sobre lienzo (mejorado quizás por el agrietamiento del paso del tiempo) alguna que otra idea sobre muerte y resurrección.
El título mismo ya nos da una pista de por donde iban los tiros: la Pascua, esa época previa a la primavera, previa en muchos aspectos a la resurrección (en el religioso desde luego también), días que se rigen por las lunas como la que todavía se resiste a abandonar el cielo en la parte superior. Otra pista en el título: la mañana y su luz fría, que empieza a iluminar el firmamento trayendo la esperanza de un nuevo día, una forma también de resurrección.
Romanticismo puro y duro creado por uno de los principales introductores de este movimiento en Alemania y experto en paisajes alegóricos, ya sean cielos tormentosos o nieblas matinales como esta. Paisajes que conectan de forma casi mágica con nuestro ser más emocional.
Oscuro todavía, unas figuras casi con toda seguridad femeninas, se dirigen a lo que parece un cementerio. Van por un camino rodeado de árboles sin hojas (aunque empiezan a germinar) y se dividen en tres grupos diferenciados.
Todas van en silencio, casi de espaldas a nosotros (Friedrich solía pintar de espaldas a la gente, algunos dicen que por ser un no demasiado buen dibujante) y parecen iniciar una especie de desfile que nos invita a unirnos.
El conjunto parece darnos una extraña tranquilidad. Rezuma vida y esperanza. Fue pintado antes de que una apoplejía acabara con la carrera de este pintor extraordinario.