El metro
Los pasajeros vistos por la artista.
Años 30 en Nueva York. Es la Gran Depresión. Los que todavía conservan su trabajo acuden a él en metro. Sentada entre ellos estaba camuflada Lily Furedi, observando a la gente, algo que aunque parezca mentira no es tan habitual en el arte.
La artista de origen húngaro capta a la perfección un viaje en metro. Sitúa su mirada desde el punto de vista de uno de los pasajeros y se ve que empatiza con ellos, los retrata de manera amable.
En este heterogéneo grupo de gente casi nadie se mira o habla entre ellos, salvo esas dos mujeres a la derecha que parecen conocerse. Furedi pinta a cada uno en una actitud. Destaca el violinista que parece que se ha quedado dormido. El padre de Furedi era violonchelista.
Una mujer se pinta los labios, un hombre lee una revista, otro el periódico mientras la mujer de al lado echa una mirada furtiva a las noticias, al fondo alguien se ha quedado traspuesto…
Furedi pinta a la gente de Nueva York. Se convirtió en su obligación pintar a la gente cuando el presidente Franklin Roosevelt creó con su New Deal programas federales de gobierno para darle trabajo a los artistas y que no se murieran de hambre. El Proyecto de Obras de Arte Públicas (PWAP) reclutó a artistas de toda calaña. A cambio, los creadores debían pintar, fotografiar, esculpir y capturar «la esencia de su tierra».
Artistas como Furedi captaron durante esos años la belleza del campo americano, la nobleza y el sacrificio de los trabajadores de la nación, el esfuerzo de la gran y pequeña industria de los Estados Unidos, retratos de gente importante y no tan importante y, como en este caso, la armonía de la comunidad frente a las adversidades en las grandes ciudades.