El niño de Vallecas
Reinterpretando a Velázquez.
Acostumbrados a su universo poblado de personajes rechonchos y orondos nos costaría reconocer en esta obra un hermano rollizo de alguno de los personajes pintados o esculpidos en cualquier obra del maestro Fernando Botero. Y es que él, como otros muchos artistas, atendieron con gran admiración el arte del pasado llegando a alcanzar un profundo conocimiento del mismo y proponiendo alguna reinterpretación de la historia del arte.
A través de este ejercicio, buena cantidad de artistas como por ejemplo Picasso, fueron adquiriendo sus propios lenguajes. El Niño de Vallecas es el célebre retrato del bufón Francisco Lescano pintado por Velázquez hacia 1636. Cuándo Botero presentó esta obra, versión de la del genio sevillano, la crítica especializada la calificó de manera unánime con adjetivos descalificativos tales como: «feísmo» o «monstruosa». Sin embargo, estas críticas resultaron ser positivas para la versión de Botero puesto que, sin quererlo, elogiaban la destreza pictórica del autor, poniendo de manifiesto que a pesar de su exageración y fina ironía, había una inteligente interpretación plástica de la obra de Velázquez.
Antes que menospreciar al grandísimo maestro, la interpretación de Botero refleja una profunda admiración y respeto hacia el genio español. Botero trabajó principalmente en los años 50 en una serie de homenajes a grandes pintores universales. Con estas obras, avanzaba hacia la creación de su universo característico en el que se percibía un impulso de rebeldía y un deseo de liberación por medio de la negación de la belleza académica. Lo que le interesa al artista, es comunicar emociones relacionadas con la psicología de sus personajes, de hecho es precisamente en el gesto del rostro de Francisco Lescano, en lo que se concentró Botero en esta obra. En lo grotesco y lo deforme, Botero buscó crear un nuevo concepto de belleza que era anti–belleza respecto a la estética convencional. Estos intereses quedarían plasmados en esta interpretación del Niño de Vallecas, un particular tributo rendido a Velázquez, el «pintor de pintores», actualizado a la sensibilidad de nuestro tiempo.
La pintura excesiva, empapada de realismo mágico del maestro Botero, constituye uno de los legados más importantes de nuestros tiempos con una vasta obra ya plenamente consolidada, absolutamente particular, y que de ninguna manera se puede confundir con las diversas posturas figurativas internacionales de los últimos tiempos.