
El príncipe Felipe Próspero
Posología: Azabache 600 mg/ 1 cada 8h.
«El más deseado Príncipe, que vieron las edades; el más bien afortunado, que han de venerar los siglos; y el más noble, que han tenido estos reinos». [1]
Con esta prosa «punto más» sobre la redacción propia de las páginas aristocráticas del Hola, recogía Rodrigo Méndez Silva, cronista del rey y miembro del Consejo de Castilla, el nacimiento de Felipe Próspero. Y es que no era para menos. Hacía once años que el Reino de España no contaba con un heredero varón, tras la prematura muerte del príncipe Baltasar Carlos y la situación era ya un poquito tensa.
A pesar de que a Felipe IV se le atribuyen más de 30 hijos, la esperanza de vida de su prole tenía una ratio de éxito ínfima. De sus 14 descendientes legítimos, sólo tres llegaron a la edad adulta. Así, el pobre Felipe Próspero, no fue la excepción y falleció con sólo tres años, días antes de conocer a su hermano Carlos II, que sí llegaría a reinar apodado «el Hechizado».
Los Austria lo intentaron todo para proteger al niño. Velázquez lo retrata cubierto de talismanes y amuletos, que lejos de considerarse mera superstición, respondían a la prescripción médica de la época. A su muerte, su joyero esotérico era más lujoso que el de Giorgina y Aramís Fuster juntas y contaba con una higa de azabache con diamantes en el tope y en los dedos, una campanilla de oro, una higa de coral con su cadenilla y una higa de azabache guarecida la muñeca de diamantes.
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Para los que no tuvieran los posibles de un rey, el Dr. Juan Alonso de los Ruyzes de Fontecha, daba alternativas «contra la maligna qualidad de los fascinadores» en su obra Diez privilegios para mugeres preñadas, publicado en 1606:
«(…) que ya que al pobre le falte el pedaço honrrador y desmelancoliçador del Oro, Saphiro, Esmeralda, Iacinto y Diamante, para colgar al cuello de su hijo por sus grandes precios y estimaciones, no le faltará un negro pedaço de azabache. (…) Y si no tiene un poco de azabache o coral, consuelele con que podrá echalle un pedaço de sal cuajada y hazelle una cruz, coraçon o higa, que no parecerá menos bien (…)». [3]
Los tonos rojos y blancos, el uso de la luz, los tejidos y el mobiliario recuerdan al retrato que Velázquez realizó 9 años antes al papa Inocencio X. ¿Será la misma escenografía? Desde luego, años de polvo acumulado en el terciopelo de las cortinas podrían explicar la mirada acuosa del perrito. Quizás el azabache tiene también propiedades para la conjuntivitis.