El rapto de las hijas de Leucipo
El rapto de toda serenidad.
Son los gemelos Pólux y Castor, un par de piezas de cuidado. Los Zipi y Zape de la mitología griega que hoy brillan juntos en la constelación de Geminis. Recordemos que uno de estos hermanos nació después del affair entre su madre Leda y un cisne que en realidad era Zeus, y el otro tras otro encuentro carnal esa misma noche con su esposo Tindareo.
Tras esa noche apasionada, Leda puso dos huevos. De uno nació Polux, hijo de Zeus inmortal; del otro Castor, hijo mortal de Tindareo. Vamos, que no eran gemelos idénticos precisamente.
Este par de hermanos vivieron mil aventuras. Una de ellas es la que nos presenta aquí el sr. Rubens, cuando deciden secuestrar a Febe e Hilaíra, las hijas del rey Leucipo.
Vemos a Castor, domador de caballos, sobre un equino, y al luchador Pollux con el torso desnudo intentando, ambos intentando atrapar a las aterrorizadas chicas que se retuercen en pelota picada, mostrando esas turgentes carnes rubensianas en poses casi operísticas.
Como es típico de Rubens, las figuras se arremolinan en un centro mega-dinámico, ultra-dramático y extra-emocional. Es evidente que lo que pretende un buen artista barroco es emocionar. Y es que de hecho, la palabra emocionar viene etimológicamente del latín emotĭo, que viene a ser mover.
«Mover», «remover», «agitarse». Vamos, lo que pasa en esta escena, donde no existe no pizca de serenidad.