Vieja con cesta de carbón
La llama de la vida.
Rubens hace una lectura de las tres edades, pero también reinterpreta el mito de Hestia, diosa de la cocina, del fuego que da calor y vida a los hogares. Y lo hace «a lo barroco», con un crudo realismo en penumbras.
Estas tres figuras guardan el fuego del hogar, cada una de ellas con su propia actitud. La vieja nos mira directamente y nos sonríe hospitalaria: somos bienvenidos a su casa. La niña agita el fuego y lo sopla, avivándolo, haciendo saltar las chispas. El hombre las mira ensimismado, perdido en sus pensamientos. Toda la familia se reúne en esta cueva en torno al calor y la luz, que es lo que viene a ser un hogar.
Es evidente el influjo del viaje a Italia que realizó Rubens a principios del XVII, donde conoció la obra de Caravaggio, con sus claroscuros y sus figuras humildes que surgen de la sombra de los fondos. Rubens debió sorprenderse al ver cómo representaba el italiano a santos y dioses, y en algunas de sus obras deja de lado su característico colorido para pintar a la manera italiana, donde es la luz la encargada de modelar las figuras.
Como aquí, donde la luz del fuego ilumina con su brillo los rostros de los personajes. Destacamos el de la anciana con sus arrugas.