El soñador
(Las ruinas de Oybin)
Pintura crepuscular para aliviar un destino desconocido.
Realizado en 1835, El soñador es uno de los últimos cuadros de Friedrich, el pintor que introdujo el romanticismo en Alemania.
La pintura muestra a un personaje solitario -–que bien podría ser el mismo representado en caminante sobre un mar de nubes-– sentado en medio de las ruinas del Monasterio de Oybin. El pintor alemán disfrutaba ubicar al ser humano empequeñecido frente a vastos paisajes, para representar aún mejor su fragilidad. Así, el hombre que observamos se ve sumido en la soledad más absoluta, meditando sobre un futuro desconocido e inescrutable.
Similar a otras obras del artista, la mezcla de naturaleza, crepúsculo y arquitectura gótica representa un contraste digno de la mente del artista: siempre sufrió de depresión y otros tantos trastornos mentales.
Las ruinas nos transmiten una sensación de nostalgia y nos llevan al pasado, mientras que la naturaleza –-uno de los mayores intereses de Friedrich -– nos transmite luz y vitalidad. Esta disparidad en los paisajes de Friedrich refleja el espíritu solitario y melancólico de Caspar, junto con su tormentoso paisaje interior.
En parte se podría decir que la obra transmite la idea de que la naturaleza sobrevive a cualquier concepto creado por el hombre, en este caso la iglesia. Que frágil se vuelve todo lo creado por los seres humanos, ¿no?.
El artista alemán logra transmitir un misticismo a través de los colores y la luz crepuscular que inunda todo el lienzo. El arte se convierte en el medio de expresión del mundo interior del artista y de su comunión con la naturaleza.
Friedrich consideraba que a través de la contemplación de la naturaleza se podía establecer un diálogo con Dios y, de este modo, lograr aliviar el estado de angustia al que se ve sometido el hombre ante la incertidumbre de un destino desconocido.