Formas únicas de continuidad en el espacio
Samotracia 2.0.
Afirmamos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un coche de carreras con su capó adornado con grandes tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo… un automóvil rugiente que parece que corre sobre la metralla es más bello que la Victoria de Samotracia.
Así rezaba uno de los puntos del Manifiesto Futurista de Filippo Tommaso Marinetti, publicado en 1909.
Para estos exhaltados, la célebre Victoria de Samotracia era una ruina, y el Louvre, su mausoleo. Y por supuesto, un escultor como Boccioni no iba dejar pasar la oportunidad de actualizar la famosa escultura y adaptarla a los tiempos que corrían, tempos de velocidad, tiempos de máquinas y ruido ensordecedor.
Nosotros queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, la carrera, el salto mortal, la bofetada y el puñetazo.
Ese ritmo rápido y ese poder mecánico del mundo moderno son adoptados por Boccioni, que convierte la Victoria alada de Samotracia en puro dinamismo y energía. De algo femenino, frágil, antiguo, ligero, pasamos a una escultura masculina, agresiva, moderna, sólida. Del mármol que parece volar de la antigüedad al metal que alude a la maquinaria del futuro.
Una criatura moviéndose hacia adelante que va dejando tras de sí una especie de estela de su propia esencia escultórica diluyéndose. Parece avanzar pese a la oposición de una fuerza invisible. Boccioni quiere jugar con el dinamismo, la simultaneidad y la continuidad en el espacio a la que alude en el título.
La obra está creada para ser vista desde su perfil izquierdo, y de hecho de frente se pierde buena parte de este dinamismo hipnótico, aunque para nada se pierden otras cualidades escultóricas como el peso, la luz o la materia.
Esta estatua se creó a las puertas de la I Guerra Mundial, conflicto defendido en principio por Boccioni (donde paradójicamente perdería la vida) y en ella se ve el optimismo previo a la contienda de las utopías propuestas en las vanguardias, donde ingenuamente se soñó con que un futuro mejor era posible.
Hoy esta escultura y el resto de La scultura futurista, es un símbolo de una Italia tan lejana como la del Imperio Romano (o quizás más) y de hecho sale en la actual moneda italiana de 20 céntimos de euro.