¡Fuera de mi mente, fuera de esta habitación!
El lenguaje como medio artístico.
En 1968 Bruce Nauman realiza una instalación a partir de cuatro paredes efímeras: una habitación casi vacía. Casi, porque sí la ocupaban tres elementos: el sonido de una voz que se escucha al acceder al espacio, una lámpara y la persona o personas que decidan entrar.
Una vez el espectador accede a la sala, debe cumplir varias funciones básicas: ya no se trata únicamente de observar y caminar por un espacio, sino también de escuchar. En la habitación, una voz repite de manera entendible, imperativa y constante las palabras Get Out of My Mind, Get Out of This Room.
La voz pertenece a Nauman, quien una vez más utiliza el lenguaje como herramienta poderosa.
Esta sala no deja de ser un espacio más de exposición en el que el espectador sabe que puede entrar. Pero al hacerlo, paradójicamente lo que se le indica es que debe salir. No nos sentimos invitados, sino intrusos. ¿Debemos salir de la habitación?
Se podría decir que en muchas de sus obras disfruta desorientando al espectador. Lo cierto es que el situarnos al límite no guarda otra intención que la de hacernos reflexionar. Nauman quiere que espabilemos y despertemos del trance en el que parecemos vivir. Con sus creaciones, el espectador pasa de sujeto pasivo a activo, y el silencio tradicional presente en el espacio expositivo es substituido por el ruido apelativo, mismo agresivo, de piezas como Get Out of My Mind, Get Out of This Room.
Aunque Nauman aparente ser un perro solitario que va tejiendo su propia senda, lo cierto es que esta pieza forma parte de una mayor tendencia que estaba proliferando a partir de finales de los 60: pequeños enunciados daban pie a crear piezas artísticas, como también mostraron Bas Jan Ader o Ian Wilson. El lenguaje había sido descubierto como medio artístico y las posibilidades se mostraban enormes.