
Gitanos
Vuelta al orden.
Hasta hace muy poco solía explicarles a mis alumnos que después de las Vanguardias, sobre los años 30, se produjo en el arte una vuelta al Realismo. Y solía contarlo así: ese realismo, que transita en paralelo a la Nueva Objetividad, es simplemente una vuelta a la figuración, al orden, al reposo después de años de agitación y experimentación artística que pusieron el arte patas arriba, del derecho y del revés.
Un día un amigo me presentó la obra de Rosario de Velasco, y me compartió su visión del realismo de los 30, ya no como una simple reacción a las Vanguardias sino como una suma, una síntesis de todo lo experimentado anteriormente, pero presentado de forma figurativa, de modo más contenido y formal. ¿Será que esa vuelta al realismo es en efecto una superación de la experimentación vanguardista para volver al cauce del arte con todo lo aprendido a cuestas? ¿Acaso no son la perspectiva, la composición y la saturación de colores de la obra de Rosario de Velasco una síntesis de Cézanne, Gauguin o Seurat?
Mi amigo me habló en concreto del cuadro Gitanas, y me doy cuenta que tenía razón, que todo en él rezuma tradición, técnica, serenidad y orden. Que los años 30 no son una simple contraposición a las Vanguardias, sino una época de madurez. La suma de muchos soles efervescentes que han traído por fin el atardecer.
Eso no es un amigo, es un maestro.
Rosario de Velasco