Inmaculada Concepción
La triste historia de María Rosa y su hija.
No es demasiado conocido que las famosísimas Inmaculadas de Murillo, paradigma del barroco religioso, están basadas en las de Ribera. Este pintor, supuesto amante de lo horrendo, pintó un mínimo de siete «dulces» Inmaculadas. La primera, la del Convento de Agustinas de Monterrey (Salamanca) de 1635, representó una auténtica revolución en la plasmación de esta iconografía.
Una década más tarde pintó otra que probablemente fue la más famosa del pintor en la época. Se trata de la que estuvo ubicada en el Convento de Santa Isabel de Madrid. Se dice que Ribera utilizó de modelos de forma habitual a miembros de su familia. Entre estos, estaría María Rosa, hija o más posiblemente sobrina-ahijada del pintor, que la utilizó en varios de sus cuadros, como probablemente en esta Inmaculada.
Un par de años después de pintar este cuadro, Ribera recibió en su estudio a Juan José de Austria, hijo bastardo del rey Felipe IV, que fue mandado a Nápoles a sofocar una rebelión contra los españoles. De esta relación cercana entre el pintor y mandatario salió no sólo un cuadro ecuestre del propio Juan José, sino que éste dejó embarazada a María Rosa. Este episodio parece que acabó mermando la ya precaria salud del pintor.
Se cuenta que, ya «deshonrada», María Rosa fue llevada por Don Juan José de Nápoles a Sicilia y obligada a casarse allí. Su hija le fue arrebatada desde su nacimiento y llevada a España. Ingresó a los seis años en el convento de las Descalzas Reales (al fin y al cabo, era de la realeza al ser nieta de Felipe IV), tomó los hábitos a los 16 años como Sor Margarita de Austria y falleció a los 36, sin haber salido nunca de la clausura.
El cuadro de la Inmaculada de Ribera llegó al Convento de Santa Isabel en 1672, y tuvo que recorrer por toda la Corte la noticia de que el rostro de esa Inmaculada era el de María Rosa, la madre «impura» de la célebre Sor Margarita, que por aquel entonces contaba ya con 22 años. Además, madre e hija se parecían enormemente, así que se mandó al célebre pintor Claudio Coello a que eliminase el rostro de María Rosa del cuadro de la Virgen, repintando encima uno nuevo que no recordase a todos que esa «pecadora» había servido de modelo.
Existe un bellísimo dibujo de Ribera, denominado «la hija del pintor», que tradicionalmente se ha relacionado como el rostro aún adolescente de María Rosa, por lo que probablemente, parecido a éste debía ser el rostro original de la Inmaculada de Santa Isabel.
Ambas maravillosas obras de Ribera, tanto el cuadro como el dibujo, acabaron destruidas en sendos incendios, el primero durante el inicio de la guerra civil española, y el segundo, en plena segunda guerra mundial, cerca de Nápoles, colofón triste a esta triste historia. Por lo menos, quedan los valiosos registros fotográficos de ambas.