Ticio
Donante de hígado.
Hacia 1632, José de Ribera, hito de la pintura barroca europea, pintaba este monumental cuadro.
El pintor era aficionado a las escenas de martirios, sacrificios, y suplicios, puesto que le eran muy útiles tanto por la representación de la anatomía y las expresiones como por la puesta en escena del aparataje escenográfico del barroco: el movimiento y la luz.
Experto en escenas religiosas, este cuadro sin embargo nos muestra una escena mitológica. No por ello Ribera se aleja del manejo prodigioso de la puesta en escena de temas cargados de dramatismo.
Ticio, en la genealogía mitológica, es un gigante hijo de Zeus que fue castigado por su propio padre para vengar el intento de violación por parte de éste a Leto, una de las amantes de Zeus. En realidad, siguiendo el hilo conductor de las diversas versiones del mito, Ticio intentó abusar de la amante porque fue instigado por Hera, la esposa de Zeus, para vengarse en un arranque de celos del engaño de su marido.
Se sabe de sobra que los dioses no se andan con rodeos, y menos aquel que gobierna a los demás dioses del Olimpo, así que el castigo de Zeus fue implacable: Ticio sería condenado a pasar el resto de la eternidad en el Tártaro, atado a una roca, donde un buitre devoraría su hígado infinitamente.
José de Ribera haría las delicias con un mito como el de Ticio. Para empezar, se decide por una composición arriesgada e innovadora: dispone al personaje en una violenta diagonal con la que consigue que el rostro de Ticio quede en el plano más cercano al espectador.
Así podemos ver los gestos dramáticos y bien estudiados del Titán en el averno, condenado a un sufrimiento sin final. Su cuerpo se estremece enteramente y se retuerce de dolor. La mano derecha, pintada de manera magistral, nos transmite la tensión y la fuerza del suplicio. A su vez, en esta mano, podemos apreciar uno de los recursos preferidos por el maestro Ribera, que es la representación al natural de la anatomía de sus personajes, podemos deleitarnos en la contemplación de esta mano abierta en la que podemos incluso percibir con claridad la suciedad de la misma.
El resto del tratamiento anatómico es igual de potente, sobretodo en la expresión del rostro que nos contagia de espanto al ver el desgarro del pobre Ticio. Un gesto convulsionado, emitiendo un gemido de dolor y de agonía, mientras el águila devora sus vísceras por la herida abierta en su costado.
Ribera supo plasmar con igual acierto lo bello y lo terrible. Se le sitúa como uno de los primeros difusores del tenebrismo de Caravaggio, de ahí, que el uso de este estilo sea uno de los puntos fuertes de su obra. Sin duda otro elemento compositivo fundamental es el tratamiento de la luz, dirigida y en fuerte contraste, que da volumen y perspectiva al personaje.
En esta pintura observamos marcados contrastes tenebristas con abundancia de sombras. Ticio es poseedora además, de un impresionante realismo en la que una fuerza sorprendente y un verismo prodigioso no le hacen prescindir de ningún aspecto de la realidad por más cruel o desagradable que sea.
Según fuentes de la época, se trataría de un encargo real, y el tema estaría justificado como alegoría del poder de la realeza y su capacidad de infligir castigo a quien no acate el orden monárquico imperante.