Ixión
Triple despropósito.
Ixión era básicamente un golfo. En la mitología griega, fue un rey que mató a su suegro arrojándole a un foso con brazas ardientes. Pidió perdón a Zeus, y éste le invitó a la mesa de los dioses. Pero en el banquete, a Ixión no se le ocurrió otra cosa que ligar con Hera, esposa de Zeus, y presumir de tal proeza. Conclusión: Ixión acabó muerto en el Tártaro, lo más profundo del inframundo, y condenado a girar eternamente en una rueda. Allí coincidió con otros tres colegas con currículums igualmente destacados: Ticio, Tántalo y Sísifo. Los cuatro sufrían tormento eterno por haber retado a los dioses, y las encargadas de propiciar su tortura eran las Furias, tres deidades infernales.
A mediados del siglo XVI, María de Austria, hermana del emperador Carlos V y gobernadora de los Países Bajos, encargó a Tiziano cuatro grandes lienzos que representaran a estos personajes mitológicos. El mensaje era claro para cualquier visitante: no retar nunca al poder, porque la venganza puede ser terrible. Las Furias, como así pasaron a llamarse la representación de estos cuatro condenados, se convirtieron así en una alegoría política, en una advertencia.
Pero también representaban el máximo sufrimiento humano por lo que, a su vez, fueron un reto para los artistas con mayores capacidades, su carta de presentación. Y nadie llegó a una mayor perfección que Ribera en la plasmación de las Furias, aunque tan sólo han sobrevivido dos: Ixión y Ticio, que forman pareja en el Museo del Prado.
Ambos cuadros reflejan el sufrimiento extremo como rara vez se ha plasmado. Además, los forzados escorzos que nos presentan son de los mejores de la historia de la pintura. Los cuerpos cubren de forma espléndida y asfixiante casi la totalidad del lienzo. En cierta medida, Ribera supera en naturalismo y en la utilización del claroscuro a su principal maestro, Caravaggio.
Pero a pesar de que pertenecen a la élite del grandioso catálogo del Prado, llevan décadas emplazados en espacios marginales del Museo de forma absurda. Primero estuvieron en una de las escaleras que unen las dos plantas principales, en la actualidad, en la rotonda jónica de la puerta de Goya.
El segundo despropósito es respecto a su compañero: Ticio, indiscutible obra maestra, se lleva siempre todo el protagonismo. Sin embargo, Ixión tiene la misma calidad y mayor originalidad. Ribera centra el impacto en el espectador no en el rostro sufriente del condenado sino en la terrible mirada del torturador, y cambia a la «Furia» femenina tradicional por un sátiro con cuernos y orejas de asno.
La tercera pifia es aún más sorprendente: los expertos del Prado no se ponen de acuerdo con su orientación. Hasta 2014, cuando estuvo en la escalera, se situaba de forma vertical (al igual que en muchas publicaciones), pero en la actualidad está colocado de forma horizontal. La justificación de este cambio es por correspondencia con Ticio, por la orientación de la firma de Ribera y porque la rueda de la tortura tiene más coherencia así. Los que defienden la ubicación vertical manifiestan que la figura clave, el sátiro, pierde todo su sentido si el cuadro está en horizontal porque se presenta en una disposición inverosímil.
Prefiero, al igual que la mayoría de especialistas en Ribera, la colocación vertical porque, sin duda, la impresión en el espectador es radicalmente diferente y más impactante. Me reconozco fanático de Ribera, entre otras cosas, por su carácter irónico, por lo que no descarto que las dudas sobre su orientación fuesen algo que el maestro hizo a propósito.
Me imagino a Ribera muerto de risa en su tumba.