La inyección experimental
Nada menos que el retrato del dr. Mengele.
Olère «vivió» en Auschwitz desde 1943. Fue uno de los pocos supervivientes que quedaron de ese infierno y tanto como por artista, como por testigo de primera mano, Olère sintió la necesidad de documentar los horrores que había visto en el campo de exterminio haciendo lo mejor que sabía hacer: pintar. Decenas de dibujos y pinturas que pueden parecernos obras surrealistas, dantescas escenas de el Bosco o de Giger, pero las imágenes descritas en sus cuadros son absolutamente reales.
Es el caso de este cuadro donde podemos ver al infame Dr. Josef Mengele inyectando una «droga experimental» a un prisionero bajo la atenta mirada de un guardia de las SS mientras los demás judíos observan horrorizados.
Mengele (director médico del campo) era conocido por sus alambicadas torturas a prisioneros, disfrazadas de investigaciones científicas, que incluían las más atroces y creativas formas de sufrimiento que no vamos a detallar aquí. Asímismo visitaba semanalmente los barracones del hospital, como vemos en la imagen, y mientras canturreaba y silbaba melodías (al parecer disfrutaba mucho de su trabajo), decidía a quién enviaba a la cámara de gas (las chimeneas del fondo eran los crematorios, de los que solamente Olère y algún superviviente más pudieron dar testimonio).
Las víctimas de este científico loco incluían, por supuesto, a niños, a los que visitaba para seleccionarlos a los que él mismo se presentaba como el «tío Mengele», ofreciéndoles caramelos. [1]
Olère, el prisionero número 106144 que vemos en la pintura, se autorretrata como testigo en muchos de sus cuadros. Logró vivir para contarlo. Por cierto, Mengele también logró escapar y vivió plácidamente en Sudamérica donde, vaya usted a saber si continuó con sus terroríficos experimentos.