
Jacqueline Kennedy II
La viuda de América.
Paralelo al Expresionismo Abstracto —movimiento Made in USA de acólitos que practicaban una mística introspectiva expresando sus distintos grados neuróticos con manchas y chorretones de colores— hubo artistas profundamente impersonales y mundanos que buscaron las imágenes reconocibles de las calles americanas. Definitivamente, la figuración, derrumba a la expresión a inicio de los sesenta.
La estabilidad económica de los Golden Fifties estadounidense abona la década siguiente con una consolidada sociedad del bienestar, para la cual la adquisición de artículos de consumo avalados por la nueva fe publicitaria se convierte en el mayor signo de progreso para el pueblo. A través de los diversificados medios de comunicación —en especial de la televisión— las familias reciben la abundancia material en sus hogares suburbia con sonrisa nerviosa en tanto que la Guerra de Vietnam sigue matando y trastornando a miles de compatriotas, los misiles cubanos apuntan desde el otro lado, se perpetran magnicidios… El Pop Art emerge entre una sociedad de clase media en la que la única certidumbre fue (y continua siéndolo) el consumo masivo, práctica que sus artistas criticaron a disconformidad en sus trabajos.
La celebridad es un producto a consumir tan legítimo como una hamburguesa, un frigorífico o un cómic; y a nadie subyugaba más el famoseo que al de la peluca platina. Si Jacqueline se instauró como icono cultural en 1960 con su casamiento con JFK, tres años después se elevó a leyenda cuando su coqueto pseudo-Chanel —cuyo color se replica como fondo de la silueta— fue expresivamente salpicado por los sesos de su marido en aquel paseo presidencial. En Dallas, y en su atuendo, la desgraciada reúne los dos movimientos artísticos más antitéticos del siglo XX.
Ya convertida en la viuda de Estados Unidos (y por extensión de las demás democracias occidentales), a Warhol lo único que le interesó fue el consumo mediático que la sociedad norteamericana hizo del hecho luctuoso y, que este, a su vez, alimentó con una sencillo recorte de periódico del día del funeral. Elevada a los altares del glamour resiliente, la imagen doble y mecanizada de Jackie con el velo retirado nos habla de una dulce y serena Dolorosa woke, advocación mariana que no le sería ajena a esa mujer católica, tan concernida en sus escasos años de primera dama por el poder del gesto, la comunicación y la posteridad.