Jugando en las olas
Una extraña marina.
Este influyente pintor simbolista nos regaló este exquisito cuadro sobre unas criaturas marinas divirtiéndose —algunas más, otras menos—con las olas del mar. Como podemos ver, estamos espiando en su mundo. No hay ni rastro de tierra en la distancia.
Aunque parezca mentira, Böcklin se inspiró para pintar esta escena mitológica en una experiencia real. Al parecer, durante una excursión en la italiana isla de Isquia, todo el mundo estaba nadando cuando repentinamente se apareció en la superficie un amigo bromista, el erudito Anton Dohrn, sorprendiendo a todos, y en especial a las damas, que no se lo tomaron del todo bien.
Böcklin quiso transferir ese susto/broma a una escena mitológica con tritones, ondinas, náyades y centauros, mostrando a cada individuo con un gesto específico, dando lugar a una encantadora escena donde se mezclan géneros con un agradable tono de comedia. Algunos de las criaturas retratadas eran al parecer idénticas a los que las inspiraron en la vida real, caso de ese risueño y bromista tritón, con los rasgos de Dohrn.
A la burguesía de finales del XIX le encantó esta obra. El público alemán, quizás exagerando un poco, llegó a considerar esta pintura como uno de los mayores logros de nuestro siglo.
Los críticos, por el contrario, no compartían del todo esta opinión, sobre todo los más defensores de la moral, que vieron en esta pintura un ejemplo de frivolidad y desnudez gratuita.