Autorretrato con la muerte tocando el violín
El arte es inmortal.
No es una idea nueva eso de autorretratarse con la muerte. Ya desde el bajo renacimiento se hacía por tierras bávaras, y el señor Böcklin, que vivió en Munich una temporada, debió ver algún que otro cuadro con un retrato de alguien acompañado de su futura colega.
Aquí Böcklin está a lo suyo, que es pintar. Algún paisaje quizás, pues está usando el verde. La Muerte por otra parte nos sorprende tocando el violín. Y por cierto, es un violín de una sola cuerda, que al parecer se trata de la nota más baja. Cada uno que saque su conclusión a este simbolismo.
Arnold Böcklin estaba un poquito obsesionado con la muerte. Era algo así como una compañera siempre presente. Algunos de sus hijos habían muerto, y la peste (el cólera) y la guerra (franco-prusiana) llamaban continuamente a su puerta. Normal que fuese un poco cenizo y que sus pinturas interesaran tanto a los futuros artistas con tendencias «fúnebres»… un tal Adolf Hitler adoraba el arte de Böcklin y hasta Marcel Duchamp citó a Böcklin como su pintor favorito y una gran influencia en su arte, aunque claro, no sé si nos podemos fiar de Duchamp… Otro ejemplo: su paisano H. R. Giger tienen elementos tomados claramente del arte de Böcklin.
Ahora la pregunta del millón… ¿qué nos dice Böcklin con este cuadro? ¿Es la Muerte esa inevitable amiga que nos susurra al oído y con la que nos vamos a ir a vivir? ¿o acaso el pintor está desafíando a la Muerte con mirada altiva ya que, el artista no lo es, pero el arte sí es inmortal?
Y un dato curioso para melómanos: Mahler se inspiró en este cuadro para hacer su cuarta sinfonía.