Odiseo y Polifemo
El gigante se cabrea.
La Odisea nos cuenta como el héroe Odiseo (o Ulises para los romanos) consigue escapar de la isla de los Cíclopes -unos gigantes de un ojo y muy mal genio- dejando ciego a Polifemo, que se lo toma muy mal y empieza a tirar rocas a ver si acierta a destruir el barco.
Tampoco es que Polifemo fuera del todo noble. Lo cierto es que se había comido ya a buena parte de la tripulación del barco y Odiseo iba a ser uno de los siguientes, pero clavándole un palo en el ojo y ocultándose en las barrigas de las ovejas del cíclope consigue salir de ahí y montarse en el barco hacia su libertad.
Ahora solo tiene que superar el fortísimo oleaje (recordemos que Poseidón, dios del mar, se la tenía jurada) y esquivar los lanzamientos de rocas del muy enfadado cíclope.
Es increíble lo bien que pinta Böcklin el mar, que acompaña el momento de tensión extrema que se está viviendo. También cómo oculta deliberadamente la cara de Polifemo para no distraer nuestra atención de la lucha más grande que el héroe tiene entre manos.
Böcklin sigue fascinándonos de lo bien que pinta, y sobre todo cómo lo pinta. Vivió una época de florecimiento cultural en el norte (Wagner o Nietzsche son dos ejemplos), y supo complacer a un público ansioso de escapar a un pasado anhelado, supo estimular su imaginación y, a través de la mitología, ayudar a comprender ciertas verdades universales e intemporales.
Algo tan básico como la lucha entre lo viejo y lo nuevo, lo apolíneo y lo dionisíaco; entre mitología y la ciencia; entre el hombre y la naturaleza… Entre Odiseo y Polifemo.