La adivina
Esta adivina parece algo aburrida.
Una mujer está echando las cartas en una mesa. Su gesto es de despreocupación, casi de aburrimiento, apoyando su cabeza con la mano derecha. ¡Y qué manos…! ¡Qué bueno era este artista!
Bazille murió joven (28 años) y dejó muy pocas obras. Se anticipó al impresionismo, pero murió poco antes de que se desarrollara el movimiento. Recordemos que este carismático dandy compartía taller con Monet y Renoir.
El artista contagiado por la modernidad del mundo, se dejó llevar por un ritmo de vida que exigía menos tiempo ante el lienzo, dejar en él más la impresión que un virtuosismo de pinceladas relamidas.
De ahí la poca rigidez en esta figura, que aunque muy bien dibujada, está construida a pinceladas más o menos bruscas, directas, sobre todo en el matiz de las sombras que delinea los volúmenes. También bazillianos (¿existe esa palabra? Bueno, ahora si…) son esos característicos colores brillantes que nadie usaba hasta ahora.
Tipos como Cézanne tomarían buena nota de la manera de pintar del joven Frédéric Bazille.
Y fijaos en esas cartas, que parecen maravillosamente desenfocadas sobre la mesa, como queriendo mostrar un destino turbio para esta adivinadora.
Ese destino se cumpliría al año siguiente, durante la Guerra Franco-Prusiana, cuando el hasta ahora pacífico Bazille se alista en uno de los regimientos más peligrosos del ejército francés y es herido, según cuentan, tratando de proteger a mujeres y niños.