La devoción del abuelo
Un respeto a los mayores.
Pintado catorce años después de La siesta, Albert Anker captura aquí con su pincel el paso del tiempo y lo que éste ha obrado en las personas a las que ama. Así el abuelo que antes cobijaba en su fuerte regazo a sus nietos es el que ahora, ya anciano, se cobija al calor de las devociones espirituales con que uno de ellos le resguarda y aparta de las sórdidas preocupaciones mundanas.
Retrato pintado quizás también a la hora de la siesta, donde la escena de interior y el bodegón vuelven a integrarse de manera natural, dejándonos ver a su vez, aunque en un segundo plano, la vida e intimidad de esos objetos o enseres que pasarán a ocupar todo el protagonismo en su fantásticos bodegones. Género en el que llegó a desenvolverse también brillantemente, mas como podemos ver de manera ejemplar en el delicado realismo con que dibuja los rostros y gestos de las figuras de este óleo, la obra del pintor suizo se destacaría, sobre todo, por su indudable maestría para los retratos, los cuales fueron también plasmados en muchas de las lozas realizadas por el famoso ceramista y amigo suyo Theodore Deck, así como en muchas de las acuarelas que realizó durante los diez últimos años de su vida tras sufrir un ataque de apoplejía que acabaría dejándole paralizada la mano derecha.