La rapidez del sueño
Si parpadeas te lo pierdes.
Compositivamente vemos un paraje desértico e irreal enmarcado por un espacio de ambiente aéreo y disperso, diseccionado a su vez por una alta línea de horizonte difuminada. Este último elemento focaliza la mirada en el plano inferior de la composición donde discurre la acción.
En esta ocasión, La rapidez del sueño dispone todos sus pseudopersonajes en la parte más baja, formando una especie de procesión de figuras dirigidas hacia un punto concreto, una figura estilizada y blanquecina que nos recuerda inmediatamente a un dolmen megalítico (tan típico de las regiones bretonas de dónde provenía el autor). A la izquierda, parece haber objetos acostados, dormidos, una analogía que entronca con la noción del sueño, del reposo y la quietud.
Después de ver la elección de la gama cromática, vemos que los colores lisos se armonizan para contribuir al entristecimiento atmosférico que tanto caracteriza al autor, pues los tonos rojizos, apagados y tenues, realzan aún más el contraste del movimiento atemporal y estático de los objetos representados.
Dado que esta obra se hizo cerca del fin de la Segunda Guerra Mundial, no sería una locura asociarla con el «sueño» (definitivo e irreversible) de las víctimas en el campo de batalla; temática para nada novedosa en el discurso artístico de Tanguy. Por su parte, el pequeño claro azul que se vislumbra entre las densas nubes, podría aludir a ese ápice de esperanza, a la luz después del trayecto.