Todavía y siempre
Hora de jugar.
Todavía y siempre entró a formar parte de la colección Thyssen-Bornemisza en 1975. Como en casi todos los paisajes fantásticos de Tanguy, que siguen invariablemente el mismo esquema, aparecen en éste varias formas inidentificables y aisladas en medio de un paraje desierto, con un horizonte sin fin.
En uno de sus escritos de 1941, André Breton reflexionó sobre la importancia del horizonte en la pintura de Yves Tanguy. Es en sus lejanas perspectivas donde Breton veía la representación de un espacio lejano y cariñosamente personal, más lejano que el mismo «Horizonte», un espacio reflejado en un espejo inacabable.
Una lectura rápida y superficial nos puede sumergir en un entorno infantil pero disimuladamente venenoso e infecto. Las formas recuerdan a un parque infantil que se rodea de podredumbre. Esos verdes chillones y radioactivos, en contraposición con los primarios de las figuras generan una sensación inestable, insegura y peligrosa. Un ambiente cargado de toxicidad, que podría actuar como elegía atemporal; un discurso para la eternidad que parece reivindicar la infancia, así parece anticipárnoslo su título.