La Sagrada Trinidad
La primera perspectiva lineal.
Nos encontramos ante una de las obras más importantes del Renacimiento italiano, obra que inaugura las nuevas características pictóricas de la Edad Moderna.
Masaccio era gran amigo de Donatello y Brunelleschi, de hecho sabemos que gracias especialmente a este último, su modo de pintar cambió radicalmente (viniendo del gótico) contando con la ayuda y el traspaso de conocimientos sobre la perspectiva desarrollados por el gran Brunelleschi. Es la primera vez que aplica la perspectiva lineal en una obra, teniendo en cuenta dónde se situaría el ojo del espectador.
En esta importante iglesia florentina se entraba siempre (y eso se mantiene en la actualidad) por una puerta lateral, no por la central, reservada para ocasiones especiales. Nada más entrar por dicha puerta, la obra de Masaccio es lo primero que tenemos a nuestro alcance visual.
La composición es piramidal y excelente, la técnica de las túnicas muestran serenidad, Masaccio crea una pintura austera y no excesivamente dramática. La arquitectura de la pintura probablemente estuviera inspirada en un arco del triunfo, habitual como simbología religiosa para referirse al triunfo de un fallecido, el triunfo más allá de la muerte (y más tratándose de nuestro Jesus Christ Superstar, que resucitará en breve).
Es curiosa la postura de la Virgen, al lado de su hijo. En lugar de estar arrodillada y desconsolada por la pérdida como es habitual representarla, mira hacia el espectador, y su mano nos señala a Cristo. Es una manera silenciosa pero cargada de expresividad para decirnos: «Contemplad el sacrificio de mi hijo por todos vosotros».
Por mucho que la obra representa a la Santa Trinidad, apenas reparamos en el Espíritu Santo, Masaccio pintó a una pequeña paloma blanca que pasa desapercibida en el cuello de Dios aproximadamente.
En el inferior de la obra encontramos el aspecto más interesante: un esqueleto y una inscripción en italiano: Io fu’ già quel che voi sete, e quel ch’i son voi anco serete,
es decir: Yo fui lo que sois vosotros, y vosotros seréis lo que yo soy.
Podemos tomarnos la frase a la tremenda y asustarnos un poco por esta tétrica afirmación, pero no es más que la realidad, un recuerdo de lo que es la vida, el memento mori.
Pero este esqueleto no es de un cadáver cualquiera, simbólicamente se trata de Adán, el primer mortal jamás creado, nuestro antepasado. No es más que una historia circular: Dios envía a su hijo a la tierra para expiar el pecado original cometido por Adán y Eva.