
La venganza de Tomiris
Venganza de una madre.
Tomiris (valiente en persa) fue reina de los masagetas en el siglo VI a. C. y reinaba sobre las tribus de las estepas al norte de Persia, por entonces en manos de Ciro II el Grande.
En su afán imperialista, Ciro secuestró a Espargapises, el hijo de Tomiris, que lideraba el ejército masageta y eso cabreó a la reina, que le dio un ultimatum. O le devolvía a su hijo, o «te juro por el sol y la luna que te saciaré de sangre». Ciro soltó a Espargapises, pero este, avergonzado, decidió suicidarse.
Ahí es cuando se despertó la ira de Tomiris. Reunió a todos sus guerreros y se enfrentó al todopoderoso ejército de Ciro. Los masagetas ganaron a los persas. En la batalla murieron casi todos los persas (200.000), incluido Ciro.
La reina decidió cumplir su promesa. Mandó encontrar a Ciro y traerle su cabeza, y llenando un odre de cuero con sangre humana, sumergió la cabeza en la sangre diciendo algo así como:
—Sáciate de sangre, hijo de puta, que siempre has sido insaciable.
Numerosos artistas ilustraron este episodio histórico, pero nadie como el gran Rubens para darle el drama que necesita semejante historia. Vemos los anacronismo típicos del barroco, su dinamismo y su buscada desestabilización (igual a la desestabilización emocional de la reina), provocada por esas columnas salomónicas del fondo, la cola del vestido y las plumas de los sombreros retorciéndose.
Como nunca da puntada sin hilo, el siempre político Rubens hace una especie de analogía entre Tomiris y la infanta española Isabel Clara Eugenia de Austria, gobernante en la época de los Países Bajos. Las dos mujeres fuertes, viudas y amenazadas por «salvajes».