Las hojas muertas
Recogiendo hilo.
Tal y como sucede en las obras de Remedios Varo, hay una invitación para adentrarnos en el mundo secreto, de magia surrealista, creado por la artista.
En la escena del cuadro, una mujer de larga melena roja, enfundada en un largo vestido verde aterciopelado, que recuerda otra de sus obras (Mujer saliendo del psicoanalista, 1960), está sentada en medio de una estancia peculiar, donde se combina un estilo afrancesado con un toque decadente; donde devana el hilo que extrae del alma humana, de la sombría figura cuyo torso se abre como un túnel de arcadas infinitas. Por él se libera el vuelo de dos pájaros (uno rojo y otro blanco) que abandonan ligeros su jaula corpórea. Aunque la sombra se inclina hacia la protagonista, su mirada está ausente, como si sus reflexiones la transportaran más allá de la propia composición pictórica.
Los muebles de la sala están cubiertos de musgo e incluso, la alfombra es un conjunto de hierbas y flores, como si la naturaleza hubiese reclamado el espacio que una vez le perteneció. La mayor parte del cuadro es una grisalla, una neblina de realidades frágiles, a la espera de un color que no llega.
Un detalle destacable de esta obra son las hojas que se adentran mecidas por el viento, haciendo referencia al título Les Feuilles mortes, una canción que trata los recuerdos amargos de una relación amorosa perdida. Escrita por Jacques Prévert, fue interpretada por Yves Montand y otros grandes artistas como Edith Piaf.
«Las hojas muertas se recogen con pala,
los recuerdos y lamentos también,
y el viento del norte se los lleva
a la noche fría del olvido.
Como ves, no he olvidado
la canción que me cantabas»
Esta escena mantiene el estilo distintivo de Varo, al crear situaciones y atmósferas en las que todo tiende a perder el orden natural. Las normas físicas son desatendidas y presenta un escenario que roza tanto la espiritualidad como la intimidad.