Libertad frente a necesidad
La América ideal.
Rockwell continuó con su serie Cuatro libertades haciendo una de las obras más queridas, versionadas y parodiadas de los Estados Unidos: Libertad para desear. Desde Mickey Mouse hasta Tony Bennett, pasando por Deadpool, la han reproducido a su manera.
Hay pocas cosas más WASP —acrónimo del inglés que significa blanco, anglosajón y protestante— que esta imagen. Un cabeza de familia preside la mesa con orgullo mientras que la matriarca alimenta a diferentes generaciones. Una familia tradicional, feliz y puritana (¡No hay alcohol!) que se reúne alrededor de la cubertería buena y del pavo relleno de Acción de Gracias. Ya sabéis, la misma fiesta que celebra la buena relación entre indios nativos y colonos recién bajados del barco Mayflowers. Capa sobre capa de una nación (re)inventada.
Esta ilustración acompaña al cuarto ensayo de la serie Cuatro libertades, iniciada con Libertad de expresión. De nuevo, Rockwell interpreta el tema propuesto difiriendo del ensayo que acompañaba la imagen. Éste contaba las durezas socioeconómicas de la población norteamericana durante la Segunda Guerra Mundial, que estaba sucediendo en ese momento. Si el texto hablaba de la cruda realidad de un mundo en llamas, la imagen miraba con nostalgia un futuro no vivido donde, después de la guerra, todos estarían sanos y salvos y volverían a casa por Navidad. Es la pintura de la América idealizada de los cuarenta en todo su esplendor.
Por lo que sea, a los europeos no les gustó la obra. Quizás tenía relación con el hecho de que se estaban muriendo en el frente, en los campos de concentración o de hambre y escasez. Esa América ideal tampoco representaba a todos los norteamericanos: díganselo, si no, a las personas racializadas y a los inmigrantes del país de esa época —y de la actual—. Sea como sea, esta cena acabó convirtiéndose en un símbolo de paz, plenitud, y unidad de la familia tradicional.
El autor decía que pintaba la vida tal y como le gustaría que fuera. En este caso la pinta en blanco sobre blanco con contrapuntos oscuros; con un realismo descriptivo pero elegante, casual y solemne a la vez. Ojo a esa luz posterior, casi contraluz, tan difícil de dominar con éxito en una obra pictórica. Es su versión de la Última Cena, feliz, con salsa de arándanos.