

Madre con hijo muerto
Un sufrimiento tan grande como las montañas.
Nada puede consolar a esta madre. Desde el centro del edificio de la Nueva Guardia o Neue Wache de Berlín, sin dar crédito a lo que está sucediendo, abraza el cuerpo de su hijo muerto. Debajo yacen los restos de un soldado desconocido. Encima un óculo que permite que la luz del sol, la lluvia y la nieve, caigan sobre la triste madre. Quienes la visitan, callan y agachan la cabeza. La escena es terriblemente dramática, descorazonadora.
La obra es una réplica ampliada de la que Käthe Kollwitz realizó en 1937 y que hoy conserva y exhibe el Museo Käthe Kollwitz de Colonia (Alemania). La artista alemana sabía muy bien cómo se siente tamaña pérdida: su hijo Peter murió en el campo de batalla de la Primera Guerra Mundial. En sus diarios comenta: Estoy trabajando en la pequeña escultura, fruto de mis experimentos escultóricos para representar la vejez. Se ha convertido en una especie de Piedad. La madre está sentada, con su hijo muerto recostado en su regazo, entre sus rodillas.
En efecto, el grupo escultórico está dominado por la voluminosa figura de la madre, envuelta en un manto. Madre e hijo comparten la misma silueta. Su cuerpo parece fundirse con el de la madre en una postura casi embrionaria. La Pietá Kollwitz es el nombre con el que generalmente se conoce a la obra, pese a que la artista enfatizó en varias ocasiones que el grupo no era una obra religiosa.

No tengo ningún derecho de retirarme de la responsabilidad de ser defensora. Es mi deber expresar los sufrimientos de la gente, los sufrimientos interminables que son tan grandes como las montañas,
leemos nuevamente en sus diarios, y así continuó su activismo contra la guerra y el nazismo que tanto la persiguió. No en vano, perdió además a su nieto durante la Segunda Guerra Mundial.
En 1993, por iniciativa de Helmut Kohl, entonces canciller alemán, se instaló esta versión de la escultura, realizada por Harald Haake, cuatro veces mayor que su tamaño original, en la citada Neue Wache de Berlín, el principal monumento conmemorativo de la República Federal de Alemania a las víctimas de la guerra y la dictadura.
El interminable sufrimiento de esta madre representa el de todas las madres que pierden a sus hijos en el sinsentido de la guerra. Su recogimiento es un grito, un llanto, una súplica. Madre e hijo son un testigo, un espejo. Solo cabe en nosotros, los espectadores, el silencio.