Metamorfosis en el espacio
Soñando con nazis.
Es evidente la influencia de René Magritte en Werner Schad. En 1930 Schad fue a visitar el estudio del belga en París y ese año no dejó de experimentar con su subconsciente. No se consideraba para nada un surrealista, pero dejar libre la mente era un buen principio para juntar cosas en un cuadro.
Así, vemos en cuadros como este: un típico atrezzo surrealista que Schad va construyendo mientras indaga en su lado más irracional, uniéndolo a su propio mundo, sus experiencias y su lenguaje formal.
Interiores enrarecidos, piezas de ajedrez quebradas, personas-mobiliario, símbolos fálicos, amenazas, tentaciones, tetas al aire… Todo unido parece tener una extraña coherencia interna.
Sigmund Freud había dicho que somos como un iceberg, que buena parte de nosotros, esa que nos maneja y nos hace ser como somos, estaba oculta bajo la superficie. Somos subconsciente y eso sacude existencialmente a cualquiera.
Schad había sido un dadaísta en Suiza, un cronista de la Nueva objetividad en el Berlín pre-nazi, y esa año que andaba por París se encontró de lleno con ese nuevo y fascinante movimiento que hablaba de deseos y miedos desde el lenguaje de los sueños.
Los que acompañaron al surrealismo fueron años en los que todavía resonaban las bombas de la Primera Guerra Mundial, y al mismo tiempo se empezaba a notar el hambre de la Gran Depresión, acompañada de su consecuencia más palpable: el fascismo, que parece estar presente también en el cuadro de alguna manera.