
Mujer asomada a la ventana
Dentro y fuera.
¿Un interior de Caspar David Friedrich? Sí, el paisajista romántico alemán por antonomasia a veces pintaba interiores, aunque claro… hay algo más.
Friedrich retrata de espaldas a su mujer Caroline, que mira por la ventana igual que el caminante miraba el mar de nubes. Hay quien dice Friedrich prefería pintar a la gente de espaldas por un motivo: no se le daba especialmente bien pintar personas. Lo suyo eran los paisajes, interiores o exteriores. Eso también juega a favor de un punto de vista un poco más subjetivo por parte del espectador.
Caroline mira por una de las ventanas que tenía el estudio de Friedrich en Dresde, y es ahí donde podemos ver —e intuír— el paisaje. Sabemos que estamos a orillas de un río por los mástiles de los barcos (hasta vemos un pedacito de agua). Sabemos que hay naturaleza cerca por esos árboles. Y sabemos que ese día era un día agradable en lo climatológico. Por el cielo azul, salpicado por algunas tímidas nubes, podemos afirmar que brillaba el sol ese día (Friedrich tenía días soleados y nublados en su ánimo).
El pintor usa aquí horizontales y verticales (de esas que no existen en la naturaleza) para transmitir la solidez y la estabilidad de su hogar. Frente al exterior, donde todo es fascinante pero cambia continuamente, dentro siempre puede contar con sus pinturas y con su amor Caroline, que vemos que no es tan vertical. Está un poco inclinada mirando las maravillas de ahí fuera.