Mujer desnuda reclinada
Se le ven las cartas.
Schiele fue un genio. Un dibujante sobresaliente que con a penas 17 años dejó ojiplático a todo un Klimt con su talento, pero que recibió el desprecio de los prácticamente todos los demás artistas de Viena. Marginado, vivió una vida bohemia y siguió dibujando esos desnudos a medio construir, tan angulosos y obscenos. Tan explícitos.
Estos dibujos ocultan mucho más que erotismo. Pornografía, dijeron algunos de sus contemporáneos, y por ello Schiele sería encarcelado en 1912, por el subjetivo delito de «ultraje a la moral pública». El Imperio Austro-Hungaro estaba a punto de entrar en guerra, pero tuvieron tiempo a intentar salvar a la sociedad del pernicioso arte de Schiele, siempre entre el sexo y la muerte.
Tres semanas y tres días de prisión —donde al parecer le dieron un par de bofetones— más la quema de uno de sus dibujos fue su condena.
Pero Schiele siguió creando, y de forma más explícita si cabe. Como esta mujer reclinada que, sin pudor alguno, abre sus piernas y nos enseña un sexo rojizo, casi iridiscente. Cosas más chabacanas se ven por las calles hoy en día, pero quizás Schiele se adelantó un siglo.
Hace muy poco, el Museo Leopold de Viena conmemoraba el centenario de Schiele, y lo hacía anunciando sus obras en las ciudades más importantes de Europa. Pero por las protestas, sus desnudos volvieron a ser censurados. Cien años después.