Niña pequeña en un sillón azul
La artista impresionista
Mary Cassatt, la impresionista de pincelada suave. Una americana en París, que se coló entre una pandilla de hombres y se hizo un nombre como una más de los rechazados. Si algo hay que reconocerle a los impresionistas es que fue el primer movimiento artístico consistentemente igualitario en el que mujeres y hombres se involucraron juntos en su organización, promoción y exhibiciones.
Pese a todo, en muchos libros de historia solo están ellos.
Pero Mary era una impresionista del núcleo duro. Y como buena impresionista admiraba por un lado a Velázquez y por el otro las estampas japonesas. Ambas influencias se pueden percibir en esta obra mágicamente azul, tan llena de luz que casi parece que oculta un foco. Las rápidas pinceladas repartidas por el lienzo son manchas de color que hacen aparecer el espacio y las texturas ante nuestras narices. Se crea luz como por arte de magia.
La luz es la protagonista, junto a esa niña, por supuesto. Todo lo que rodea a esta encantadora figura infantil está desdibujada en comparación, se difumina. Otro simpático personaje es el perro del sillón izquierdo y ambos parecen a punto de dormirse.
La pequeña se sienta despreocupada en el sillón, levantando sus faldas sin decoro alguno. Es un ejercicio de espontaneidad que en la época se consideró una actitud un poco laxa para una niña, y por tanto para un cuadro, más aún si lo pintaba una mujer. Por ello Cassatt tuvo alguna que otra crítica, llegando a ser rechazada por la sección norteamericana de la Exposición Universal de París. Cassatt debería haber pintado a un niño, que los chicos tienen licencia para sentarse como quieran.
Al final no hubo problema. Si lo llega a hacer alguien como Balthus sería un cuadro sucio, censurable, pero era de la inofensiva Cassat, nada menos que la protegida del impecable Monsieur Degas. ¡Una mujer pintora…! no era necesario hacerle demasiado caso.
Hay quien dice ya que la pintura la creó su colega Degas, y eso roza el esperpento de la condescendencia, aunque cierto es que alguna pincelada dio el pintor a este cuadro, pero a modo de mera colaboración. El maestro la consideraba una igual.
Mary Cassatt era un poco como la niña del cuadro, despreocupada ante las miradas reprobadoras, condescendientes y sucias. Por supuesto su nombre no sale en la mayoría de libros de historia del arte como debiera. Yo misma la he visto apenas de pasada en algunos tomos escritos por dinosaurios a modo de exótico y marginal especimen. Y no hablo de viejos libros polvorientos. Algunos de ellos fueron publicados antes de ayer.
La veremos más por HA!, porque su pintura se lo merece.