Niño de la calle
¿Uno de los niños de Murillo, fumando?
Dice la leyenda que el cigarrillo lo inventó un mendigo de Sevilla en el siglo XVI, que se le ocurrió envolver en papel de arroz el tabaco (traído de América por Cristóbal Colón) que había tirado al suelo algún ciudadano pudiente.
Recogiendo esa leyenda, esta imagen podría ser un cuadro de la decena que pintó Murillo sobre niños mendigos, iconografía en cierta medida inventada por él. Se trata de un pequeño andrajoso que no debe llegar ni a los diez años, que parece haberse fabricado un cigarrillo él mismo, de los restos de varios puros que figuran en el suelo, y lucha por prender una cerilla, para comenzar a fumar.
La imagen no puede ser más triste y perturbadora. A la miseria, se une la impotencia del observador al ver que intenta iniciarse en algo tan suicida como fumar. El cuadro nos recuerda directamente a Murillo, entre otras cosas, por su realismo cuasi fotográfico, pero no lo es, porque los niños harapientos de Murillo transmiten alegría a pesar de su desdicha.
Aunque esto no es del todo cierto. De la aproximadamente decena de magistrales cuadros del sevillano en el que trató esta temática, hay sólo uno que transmite tristeza, además, el primero de la serie. Se trata de El joven Mendigo, de aproximadamente 1650. El porqué este es una de las pocas excepciones de uno de los pintores más optimistas de la historia, se entiende en el contexto: es más que probable que Murillo lo pintase en pleno caos producido por el terrible episodio de peste de Sevilla de 1649, que afectó de forma trágica al artista, con la muerte de uno o varios de sus hijos.
En cualquier caso, el del sevillano es un cuadro que figura en el Louvre desde sus inicios, y que tuvo mucha fama entre el público francés. Prueba de esto es el cuadro Pintora pintando el mendigo de Murillo, de Louis Béroud, pintor famoso sobre todo porque fue el que descubrió el robo de la Gioconda a principios del siglo XX.
Está claro que otro pintor de finales del XIX, Fernand Pelez, versionó el cuadro de Murillo. Las similitudes son evidentes. Más allá del realismo y de que ambos tratan de un niño harapiento de edad parecida, la posición de manos (ambas juntas) y de cara (en esbozo, mirando hacia abajo) son muy similares. Incluso el corte de pelo, probablemente para evitar parásitos, es casi idéntico.
Lo que en el cuadro de Murillo es un magistral bodegón en primer plano, en el que destaca unas pocas gambas tiradas por el suelo, en el de Pelez se convierte en un reguero de cerillas ya utilizadas de forma infructuosa, porque supuestamente el niño no consigue aprender a fumar. Esos magistrales pies sucios son también la interpretación de Pelez del cuadro de Murillo, que a su vez, reinterpreta los pies sucios de Ribera, que a su vez se basa en Caravaggio.
Pelez fue un pintor académico e historicista, que sobre 1880 cambió radicalmente sus temáticas, centrándose a partir de ese momento en lo que sería un realismo de denuncia social y convirtiéndose en un magistral pintor de niños harapientos que pululaban por las calles parisinas, más de dos siglos después de que Murillo hiciese exactamente lo mismo en Sevilla. Este Niño de la calle es el primero que realizó, igual que hizo Murillo con el Niño mendigo.