Palas Atenea
La diosa griega de la guerra y el dios austríaco de la pintura.
La gran diosa griega Atenea, nos mira desde el lienzo con ojos del color de la luz. Esta maravillosa figura mitológica, es la versión del artista austríaco Gustav Klimt inspirada en la gran escultura de 12 metros que custodiaba el templo griego del Partenón en la Acrópolis de Atenas. Estaba erigida en oro y marfil, que ya no conservamos (creo que no hace falta explicar por qué no conservamos una escultura de 12 metros de alto construida íntegramente en ORO y MARFIL).
Gracias a la réplica en mármol, de menor tamaño llevada a cabo por los romanos, se puede tener indicio de lo que fue semejante pieza escultórica. Tanto la griega como la versión de Klimt presentan aquellos atributos que nos permiten identificarla como la diosa Atenea: el casco, la lanza y el yelmo con la pequeña gorgona protectora en su centro son los elementos clave que la definen como guerrera (a fin de cuentas, es quien dará nombre a la ciudad de Atenas y reinará sobre la región del Ática luego de derrotar, nada más y nada menos, que al gran Poseidón). Otro de sus atributos será la lechuza, ave símbolo de la sabiduría y del conocimiento, que aparece sobre su hombro un tanto camuflada con el fondo. Dicho fondo, sin el menor indicio de volumen y tan característico de su obra, subrayan aún más la veracidad del retrato.
A pesar de su particular encuadre, también notamos una pequeña estatuilla que sostiene con su mano derecha. En la gran escultura que antiguamente protegía la Acrópolis, esa figura alcanzaba los 2 metros de alto y se identificaba con una «Niké», o victoria alada. El hecho de que esta pequeña figurilla se encuentre próxima a alguna divinidad antigua nos hablaba de su carácter triunfante. En el caso de la obra de Gustav Klimt, la estatuilla alada de la victoria es reemplazada por una «Nuda Veritas»: figura femenina desnuda, una «verdad desnuda», que se presenta frente a nosotros, espectadores, testigos del nuevo arte, un arte libre y verdadero promovido por la Secession que no tiene nada que ocultar.
La obra es se presenta en formato cuadrado (figura geométrica entendida como símbolo de la perfección) y con un marco muy particular repujado en metal por su hermano Ernst, quien continuara el oficio de grabador de su padre en varias obras de Gustav.
Será tal vez esta obra, la que inaugure una serie que atraviese toda la obra de Klimt: mujeres fatales, poderosas, dominantes y letales, con cabellos de fuego y miradas penetrantes. Y será también que, con obras como esta, el gran representante de la Secession vienesa comience a integrar las artes aplicadas con las bellas artes, tan enemistadas desde el Renacimiento.