Raminou sentado en una tela
El indiscutible rey de la casa.
Suzanne Valadon pintó a su gato Raminou en decenas de ocasiones. Era uno de los felinos que campaban a sus anchas por el taller de la pintora, que los alimentaba cada viernes con nada menos que caviar, pero Raminou fue de largo el más pintado. Fue su musa.
Como podemos observar, Raminou era un condenado guaperas atigrado, un ejemplar macho de la Belle Epoque que tenía enamorada a su «dueña», si es que tal calificativo se le puede atribuir a alguien que posee un gato. Todo el mundo sabe que es al revés: el gato es el que posee al humano de turno.
Y esto se ve en la pose de Raminou, sentado sobre una tela (que por cierto, aún se conserva en el museo-taller de Valadon en Montmartre). Ahí está el jefe del taller sobre su tela preferida, suponemos que ronroneando, suponemos que tras una eterna sesión de auto-limpieza, posando como lo que es: un dios griego que regala unos efímeros instantes de belleza a Valadon para que consiga pintar una mínima parte de su grandeza.
Raminou es casi una leyenda en Montmartre: aplastado en más de una ocasión por el culo de Renoir, acariciado por Manet, torturado por el hijo bastardo de la Valadon, que probablemente estaba celoso de Raminou y lo agarraba por el rabo cuando conseguía pillarlo por sorpresa (justo antes de un doloroso y merecido zarpazo). Un animal que estuvo sentado en el regazo de grandes personalidades y fue poseedor de secretos inconfesables sobre la pintora más talentosa de ese Montmartre irrepetible de los años 20.
Pero sobre todo fue el modelo felino más carismático de la época, pintado una y otra vez por la gran Suzanne Valadon, que lo utilizó de inspiración hasta su trágico fallecimiento a la edad 18 años (edad calculada, ya que el minino fue adoptado ya de adulto).