Suzanne Valadon
Francia, 1865–1938
Suzanne Valadon (nacida Marie-Clémentine Valade, pero apodada Suzanne por hallarse siempre rodeada de viejos) fue de todo antes de ser artista: modista, obrera, funeraria, camarera, acróbata, modelo… Al final, el estar rodeada de artistas se le debió contagiar y su siguiente aventura fue la pintura, demostrando ser una de las mejores artistas del porst-impresionismo. Pero claro, su nombre no es tan popular… ¿Será por ser mujer…?
Hija de una lavandera viuda, Valadon empezó a trabajar a los 11 años y se hizo acróbata de circo con 16. Por el lugar iban mucho artistas como Toulouse Lautrec, a los que no pasó desapercibida la belleza de la joven Suzanne. Una caída puso fin a su peligrosa actividad, pero le llegaron ofertas para otro trabajo en la que sería la mejor: modelo.
Lautrec, Renoir, Puvis de Chavannes, Degas… Todos pintaron a esta extraordinaria mujer que sale en tantos cuadros de la época. Valadon no perdió el tiempo, y además de labrarse ilustres amistades (y algo más a veces), aprendió los rudimentos del oficio de la pintura.
Por supuesto, su condición de mujer no le impidió ir a los antros de mala reputación de Montmarte con sus colegas y enrollarse con quien le apetecía cuando le apetecía. La moral burguesa del siglo XIX, quizás la más perniciosa para la mujer de la historia, sencillamente le resbalaba. Suzanne Valadon era libre. Entre sus romances hay numerosos impresionistas, y Suzanne fue el único amor conocido del músico Erik Satie, que acabó con el corazón destrozado. Valadon se casó dos veces, la segunda con el jovencito pintor André Utter, amigo de su hijo.
El bueno de Degas, siempre feminista, vio sus dibujos y la animó a dedicarse a eso. Y no le fue mal. Desde luego tenía talento, mucho más que algunos de sus colegas. Por suerte conoció un merecido éxito en vida y pudo salir a flote económicamente y criar a su hijo Maurice Valadon, de padre desconocido. Suzanne lo tuvo con 18 años y el pintor Miquel Utrillo le cedió su apellido. Con esa genética Maurice se convertiría en un estupendo pintor en el futuro.
La artista era extravagante: siempre llevaba consigo un manojo de zanahorias, no sabemos bien porqué, y tenía en su estudio una cabra para que se comiera sus malos dibujos. Rodeada de gatos, la Valadon los alimentaba todos los viernes con el mejor caviar.
La obra de Valadon es magnífica. Destaca su dominio de las composiciones y lo vibrante de sus coloridos. Pintó todos los géneros, pero fue famosa por sus desnudos. Tengamos en cuenta que en la época era un escándalo que una mujer pintara desnudos femeninos. Masculinos ya era impensable. Por supuesto Valadon pintó a hombres y mujeres, y los pintó mejor que nadie en la época.
Al final de sus días murió feliz, rodeada de amigos y familia, y libre, tal y como vivió cada minuto de su vida.