Retrato de Juan de Pareja
Bad Ass Motherfucker.
Velázquez tenía esclavos. ¿Era un hijo de puta por ello? Bueno… visto con ojos del siglo XVII eso era algo perfectamente legal. De hecho, casi todos los pintores del barroco sevillano tenían a uno para asistirlos en el taller.
Juan de Pareja ayudaba al maestro en las tareas de moler los colores y preparar los lienzos hasta que durante un viaje a Roma, el 23 de noviembre de 1650, decidió otorgarle la libertad. Ese mismo año había pintado el retrato que tenéis en pantalla, y que es considerado uno de los mejores retratos de Velázquez. Lo hizo como una especie de entrenamiento para «su mejor retrato», el del Papa Inocencio X (nada que ver con Malcolm X).
Ahí tenemos a Juan, también pintor (y al parecer muy bueno), que nos mira fijamente de medio perfil. Parece un tío seguro de sí mismo. Un negro, sí señor. Y muy orgulloso, como diría James Brown.
Velázquez opta por una paleta austera, y adopta un estilo de pincelada muy suelto, marca de la casa. Consigue así una obra casi, con la que logra aportar una intensa vitalidad a su modelo. Ya sabemos que Velázquez fue uno de los mejores retratistas de la historia del arte, capaz (junto con Goya, que tenía pocos ídolos, y uno de ellos era el sevillano) de conseguir transformar en algo vivo unas pinceladas de pigmento sobre una tela.
Al obtener la libertad, Juan de Pareja pudo abrir su taller y demostrar sus habilidades con el pincel, pese a que en la España de la época la figura de un negro pintor era algo de lo más exótico. Aún así cosechó bastante éxito en ese lejano Siglo de Oro.