Retrato de las demoiselles Louise y Berthe Godon
Las mecenas.
Tras haber estado en París en 1907, Josep de Togores vuelve a la ciudad en el año 1919. La Gran Guerra estaba recién acabada y, decidido a triunfar en la capital francesa como lo estaba haciendo en Barcelona, el artista hizo las maletas y buscó su fortuna más allá de los Pirineos.
Ahí entra en contacto con la inteligentsia artística del momento (sabido es que —desgraciadamente— para que un artista prospere, más saber pintar, hay que tener contactos) y sobre todo entra en contacto con la figura del marchante Daniel-Henry Kahnweiler, que lo acogió bajo sus alas durante más de una década.
Kahnweiler había olido el talento de grandes artistas de la Escuela de París (fue mecenas de artistas como Picasso, y principal promotor del cubismo) y no se equivocó con Togores, que en la época había abandonado la vanguardia pura y hacía cuadros que llamaban la atención por su fría objetividad.
Muestra de ello es este retrato que Josep de Togores hace de la mujer y la cuñada de Kahnweiler, Louise y Berthe Godon (y de paso mete también a sus dos perritos). Un retrato de dos mujeres monumentales, que nos miran fijamente y se muestran como aplanadas en un espacio gris y bidimensional.
Es como si Josep de Togores quisiera hacer un homenaje a sus mecenas con un ejercicio de Nueva Objetividad de forma post-cubista, movimiento que tanto debía al marchante y a su clan familiar.