
Retrato de una niña
Otro tipo de infanta.
Nadie como Velázquez para pintar niños (o para el caso, cualquier otra cosa). Lo vemos en la cara de su hija recién nacida en la Adoración, lo vemos en los chavales que habitan en Las Meninas, lo vemos en los retratos de la Infanta Margarita, lo vemos en otros muchos retratos de niños e Inmaculadas atribuidos al maestro y lo vemos en esta niña que nos mira con ojos llenos de vida. Junta sus manos para rezar, como una Inmaculada Niña.
Velázquez pintó el tema de la Inmaculada bastante, y sobre todo el de Inmaculada Niña, mostrando a crías con las manos en oración. («Otro retrato de vna niña», aparece en el inventarios del pintor). Y es que en la Sevilla de la época había una polémica porque había quien afirmaba que María «fue concebida como vos y como yo» [1] y había quien no toleraban semejante ultraje. Se llegó a las manos.
Los defensores de la Inmaculada contaban con un escandalizado Francisco Pacheco, que como sabéis era maestro y suegro de Velázquez, y muchos pintores «se levantaron en armas» para defender el dogma, entre ellos un jovencísimo Diego (20 años), que a lo mejor quería anotarse un tanto con su padre político.
Sin embargo aquí vemos, más que a una divinidad, a una simple niña, sin las estrellas propias de la iconografía rodeando la cabeza (aunque en las radiografía de la pintura sí aparecen). Vemos mucho, mucho naturalismo y una aparente espontaneidad que asombra. Seguro que la modelo es alguien muy cercana al artista.