Ritmo infinito
Un mundo ordenado.
Una diagonal divide este formato vertical. Está compuesta por tres discos de colores sobre un fondo grisáceo que parecen moverse con ritmo en una composición ondulante que es en realidad un bucle sin fin. Los ojos no dejan de recorrerla nunca y la sensación de movimiento es curiosa: el blanco que se convierte en negro, la línea central que muta a rojo, verde, azul y naranja, los círculos divididos, la diagonalidad… todo contribuye a este dinamismo.
Delaunay la pintó en el París de los años 30, cuando vivía un interés obsesivo por las formas geométricas, el contraste de colores, el movimiento y la música. Para él esa era la única realidad que se puede construir a través de la pintura. Eso era su realismo.
La naturaleza tiene su lógica interna, pero llevada a un lienzo la pierde, incluso en el Cubismo Estos discos simultáneos, por la contra, tienen una arquitectura interna sólida propia y coexisten como formas y colores definidos.
La abstracción era su forma utópica de ver un mundo ordenado, típico de esas primeras vanguardias del París previo a la 1ª Guerra Mundial, un mundo loco lleno de gente que, cada uno a su manera, cambió de manera radical la historia del arte.