Retrato de Tristan Tzara
Retrato del poeta creador del dadaísmo.
Robert Delaunay pinta a su colega Tristan Tzara, poeta y creador del movimiento dadaísta.
Tras unos años deambulando por formas abstractas y experimentos cromáticos, el artista tiene la necesidad de volver durante un momento a la figuración, suponemos que queriendo que se reconociera bien al retratado. Pero Delaunay era ante todo un orfista, aunque aquí no se aprecie demasiado.
Tzara lleva en el retrato su característico y pretencioso monóculo en el ojo, los brazos cruzados, y una bufanda diseñada por la esposa del retratista, la extraordinaria Sonia Delaunay, que conseguía ese reconocible toque simultáneo en sus prendas. Por lo demás, el cuadro es bastante clásico, con un fondo neutro y ningún accesorio para retratar a una figura verdaderamente importante en las vanguardias artísticas de los primeros años del siglo XX.
Como podréis imaginar, Tristan Tzara era una auténtica personalidad. De origen rumano, fundó junto a otros gamberros el dadaísmo en la fascinante Zurich de 1916. Era un movimiento creativo/destructivo, absurdo, provocador y rebelde. El escándalo y el azar, por no decir el caos, parecían ser el motor de la creatividad de sus miembros, verdaderos terroristas culturales.
De hecho la palabra “dada” tiene un origen incierto (los propios artistas se encargaron de dar distintas versiones, incluso contradictorias) pero según Tzara, la descubrió abriendo al azar un diccionario. El movimiento ya tenía nombre.
Uno de los poemas de Tristan Tzara, rinde tributo al azar, y es todo lo que necesitáis para ser unos verdaderos poetas:
Coja un periódico
Coja unas tijeras
Escoja en el periódico un artículo de la longitud que cuenta darle a su poema
Recorte el artículo
Recorte en seguida con cuidado cada una de las palabras que forman el artículo y métalas en una bolsa
Agítela suavemente
Ahora saque cada recorte uno tras otro
Copie concienzudamente
en el orden en que hayan salido de la bolsa
El poema se parecerá a usted
Y es usted un escritor infinitamente original y de una sensibilidad hechizante, aunque incomprendido del vulgo.