Sífilis
El «mal francés».
La sífilis lleva con nosotros unos cuantos siglos. Quizás milenios. Pero desde luego nadie quiere ser el país exportador de la enfermedad. Se ha denominado «mal francés» en casi todo el mundo (al menos en Italia, Alemania, UK y España), aunque los franceses la llamaron «mal napolitano»; los rusos, «enfermedad polaca»; los polacos, «enfermedad alemana», los japoneses, «enfermedad china» y en Paises Bajos y Portugal es, por supuesto, «enfermedad española».
Sea de donde sea, ilustres artistas de todas las nacionalidades han padecido esta enfermedad venérea tan asociada a la promiscuidad. Evidentemente la tuvieron músicos: Liszt o Schubert (a este se la contagió una prostituta que también inspiró su Sinfonía Inconclusa), también literatos: Rimbaud, Verlaine o Baudelaire (si eras poeta francés, era casi obligatorio), y por supuesto artistas: Vicent Van Gogh, Paul Gauguin, Toulouse-Lautrec… e incluso hay quien afirma que hasta por ella se quedó sordo Francisco de Goya, (aunque Miguel Calvo Santos, en su libro da interesantes apuntes sobre este asunto).
Toda Europa sufrió una epidemia potente de sífilis a finales del XIX (otro de los efectos de la industrialización de las ciudades), y Cataluña no se quedaba atrás. Por eso, se comercializaron fármacos para tratar el mal o lugares donde curarse. En este contexto, se encargó también la Ramón Casas la tarea de anunciar un hospital, pero de paso alertar a la gente de la mejor manera de evitar la sífilis: no irse de putas.
Casas hace una especie de alegoría de la enfermedad personificándola en una bella joven que nos ofrece una flor. Pero, ¡cuidado! en una mano a su espalda, la mujer tiene agarrada una serpiente oculta.
Esta campaña de salud pública (disfrazada de anuncio de un sanatorio) se advierte de los terribles peligros de la práctica de la prostitución, pero lo hace con la elegancia que solo un modernista catalán del XIX podía tener.