Sonia de Klamery
(echada)
La fugacidad cromática de Anglada Camarasa.
Pavos reales azules, con su cola de fuego, legumbres líricas que herborizan entre los árboles, rosas blancas del tamaño de lo monstruoso y guirnaldas desconocidas como collares fojos en el cuerpo de la noche.
Francisco Umbral nos describía la obra de Hermen Anglada Camarasa, el artista que hizo del color su máxima fuente de inspiración, dotándolo de un espectro mágico y de fantasía, y a la vez de un misticismo exótico.
Entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, contexto que situó a Camarasa como uno de los pintores modernistas, representó a la mujer etérea y casi inmaterial a través del contraste entre luces y sombras, de colores saturados y cuerpos translúcidos que caracterizarían toda su trayectoria artística. Desde pequeño se sumergió en la pintura a través de la infuencia de su padre que también fue pintor, y ya en su adolescencia empezó a formar parte de los círculos artísticos de Barcelona junto a artistas como Modest Urgell, que además de considerarlo su maestro también fue su entrada en el círculo modernista catalán.
Dedicó su vida a representar todos los ambientes y distintas ciudades que frecuentó, encontramos en su repertorio artístico escenas populares de Valencia, bellos paisajes de Mallorca y hasta periodos inspirados por sus estancias en París, donde retrató imágenes de la Belle Èpoque cogiendo como icono a Toulousse Lautrec y especialmente el uso del color marcado por Gustav Klimt y el fauvismo.
Su obra Sonia de Klamery (echada) es una representación del interés que tuvo el artista en el ballet ruso de 1909 que revolucionaria el París de la época, la compañía dirigida por Diáguilev, junto a Nijinsky y Anna Pávlova triunfó a partir de su estreno en la ciudad de las luces, y Camarasa se inspiró en todos los efectos visuales del este ballet para realizar sus obras. El retrato de Sonia de Klamery muestra a una figura femenina estirada, definida por unas curvas que intuyen una sensualidad reposada, una piel blanquecina casi cadavérica, incluso fantasmagórica que contrasta con la oscuridad selvática que le rodea, una mirada fija que interactúa de forma directa con el espectador, una mujer que reside entre el lo ilusorio y lo efímero.
El artista eleva el cromatismo en su máxima saturación focalizando la atención en la desnudez superior de la figura femenina, y los colores exóticos del pavo real situado en el margen izquierdo de la obra.
El artista Anglada Camarasa fue indudablemente más reconocido internacionalmente en sus exposiciones realizadas alrededor de toda Europa, llegando posteriormente hasta Argentina y Estados Unidos. Será más adelante cuando la historiografía reconozca la obra de este gran artista dentro del círculo modernista catalán, que hizo de su pintura una representación de la fugacidad de la sociedad de principios del siglo XX.