La albarda
Una fábula de La Fontaine sirve de inspiración a Subleyras para esta pintura erótica
Jean de La Fontaine, el gran fabulista francés del siglo XVII, escribió la historia de un pintor celoso que sospecha que su mujer lo engaña.
Para evitar la infidelidad, el artista le pinta a su mujer un burro en el pubis a modo de sello. Pero cuando se marcha, aparece el amante de la mujer, que casualmente, también es pintor.
Como el óleo del pubis tarda un poco en secar, la imagen del burro se desvanece durante el coito. Pero el pintor, creyéndose capaz de copiar el estilo del cornudo, vuelve a pintar la imagen del burro en el pubis de la esposa, y eso es precisamente lo que nos muestra Subleyras: a los amantes intentando reconstruir la imagen del marido celoso, como si ahí no hubiera pasado nada.
Lo que no se ve en el cuadro es que el pintor, puede que por soberbia, por estupidez o quizás por excesiva creatividad, al pintar el nuevo burro, se olvida del modelo original y le dibuja una albarda (ya sabéis… las mochilas que llevan las bestias de carga a los costados…). Así cuando vuelve el marido, descubrirá el engaño.
¿Moraleja? ¿Que copiando a otro artista es muy fácil ser descubiertos…? ¿El exceso de creatividad puede ser malo…? ¿Que es burro quien tiene cuernos, pero más burro quien se los pinta…? ¿O quizás “La culpa del asno no se ha de echar a la albarda” (El Quijote II, 66)?.
Sea como sea, Subleyras pinta este cuadro al modo libertino del rococó, y no pretende enseñarnos la moraleja precisamente, sino más bien crear un cuadro erótico que además tenga algo que ver con su oficio de pintor.