Triunfo de David sobre Goliat
En esta fiesta, la gente pasea la cabeza del gigante abusón.
Goliat fue un gigante (seis codos y un palmo, es decir 2,9 m.) que trabajaba de soldado mercenario para el ejército filisteo y que durante cuarenta días asedió sin piedad a los ejércitos de Israel. Todo tenía muy mala pinta para los judíos, pero Goliat era tan arrogante que desafió al ejército israelita proponiendo que escogieran a su mejor hombre para hacerle frente. Goliat, dijo que si él resultaba derrotado y muerto por un israelita, los filisteos serían esclavos de Israel.
Todo el mundo estaba harto de ese enorme abusón y su bullying, pero el único que tuvo mimbres para enfrentarse a él fue el pequeño David. David era un pastorcillo inofensivo a primera vista, pero al parecer mortal con la honda, porque de una pedrada abatió al gigante y acto seguido le cortó su enorme cabeza.
Esta historia es perfecta para algunos artistas, sobre todo en el barroco, pues podemos ver en ella anatomía, sangre, emoción y un mensaje muy claro: los hostigamientos e intimidaciones por parte del típico abusón acaban mal para él. De un modo u otro, el bullying acaba recibiendo castigo… (ahora ya os podéis reír. Todos sabemos quien gobierna el mundo: un puñado de Goliats… Algunos, por cierto, siguen viviendo en Israel).
Pues una de las primeras grandes obras maestras de Poussin va sobre este tema: el triunfo de David, y en ella vemos al artista sacando a relucir su talento. Vemos un diseño armonioso, vemos claridad estructural y sobre todo vemos la preocupación del artista por mostrar el poder de la narración.
Vemos una gran fiesta, un final feliz de todo un pueblo que al fin se libra del monstruo que los tenía aterrorizados. Vemos como la ilustración final de un libro de aventuras que acaba bien, con todo el pueblo agradeciendo al héroe.
Y aquí todo el pueblo judío, ancianos y jóvenes, madres e hijos, músicos y soldados celebran el momento con música y jolgorio.
Y el pequeño David, el humilde David, ese pastor por el que nadie daba un siclo [1], ese joven que sería muy pronto el rey de su pueblo, es el que lleva la cabeza del gigante clavada en un palo, a modo de macabro trofeo.