Última cena
Nueva perspectiva.
Dmitri Zhilinsky fue uno de los grandes del arte ruso, un pintor de categoría durante y después de la Unión Soviética.
Su pintura cuenta muy a menudo con varios elementos comunes: el gusto por el color, las composiciones dinámicas y sofisticadas, el recuerdo al Renacimiento y la tradición rusa de pintura de iconos, y sobre todo la presencia de la figura humana, casi siempre en grupo.
Las pinturas de Zhilinsky son casi siempre colectivos de gente. Quizás sea herencia del arte ruso de posguerra, en el que era el plural y no el singular lo que importaba —al menos en teoría—.
En cuanto a lo del color y las composiciones, es evidente que Zhilinsky es diferente. En su obra el color se vuelve protagonista, sustantivo, muy material. Y esas figuras tan coloridas y silueteadas parecen recortes, como esos juegos de pegar gente en las páginas de un libro para crear composiciones propias. Como iconos rusos. Y no solo la gente… El pintor es igual de meticuloso con cualquier otro detalle del cuadro, como por ejemplo, esta mesa de la última cena llena de utensilios y alimentos.
Zhilinsky opta por solucionar a su manera el viejo problema de colocar en una imagen a los doce apóstoles y Jesucristo sin que parezca algo demasiado forzado. Lo que decide es elevar un poco el punto de vista para mostrar no solo a la gente sino el espacio que los rodea, con sus alfombras en el suelo.
Por cierto, nótese que hay doce comensales en esta última cena. Arriba a la izquierda alguien sale por la puerta. Asumimos que esta escena muestra el momento justo en el que Judas abandona la cena por motivos obvios y los demás apóstoles se toman el suceso cada uno a su manera.
JC, por el contrario, permanece impávido e iluminado, como un icono ruso.