Un hombre y su perro
Walking the dog.
Richard Gallo pasea a su perro Dick en Petit Gennevilliers. Y Caillebotte lo capta.
No se me ocurre una cosa más impresionista: ocio burgués decimonónico, naturaleza de mil colores, espontaneidad fotográfica, mezcla juguetona de géneros, la luz como verdadera protagonista y sobre todo el instante, congelado en pigmentos, como si de una sobrenatural alquimia se tratara.
Gallo, amigo del pintor, fue el hijo de banquero francés que era editor del periódico Le Constitutionnel. Poco más se sabe de este tipo, aparte de que fue retratado por el artista en numerosísimas ocasiones. Pero ninguna transmite la esencia del Impresionismo como este delicioso cuadro, cúlmen de expresión y libertad artística de esos locos y coloridos años 80 (del XIX).
El hombre pasea al lado de ese iridiscente Sena con su fiel compañero, que va un poco más adelantado. Ambos visten de negro, contrastando con los miles de matices cromáticos de su alrededor. La luz de los edificios se refleja en las aguas y las flores parecen brillar entre azules, verdes y juguetones tonos blanco y melocotón. Todo, como no, con pincelada suelta (si ampliáis la imagen os quedaréis boquiabiertos). Aquí os podéis acercar. Quizás en los museos no lo permitan en el futuro, dadas las surrealistas circunstancias… SI es que hay futuro, claro.