Una pequeña serenata nocturna
La belleza de la sinrazón.
Dorothea Tanning fue una artista deliberadamente surrealista, tanto en su arte como en su actitud personal.
A través de sus obras se propuso ventilar su inconsciente: sus sueños, sus deseos, sus pasiones; aquel hilo invisible entre la razón y la locura. Será por eso, seguramente, por lo que sus pinturas resultan tan enigmáticas e inquietantes como sugerentes. Esa es la mágia del Surrealismo, creo, que aún produciendo obras del todo incomprensibles, generalmente resulta un movimiento artístico muy atractivo, y para muchos, profundamente conmovedor.
Y es que en la carrera de los movimientos artísticos preferidos por la mayoría de los mortales, el surrealismo siempre está en el podio. Dalí, Magritte, Kahlo…. aún sin entender ni un rosco de lo que aparece en sus obras, a muchos de nosotros nos tocan la fibra ¿Por qué? nos preguntamos ¿Cómo nos puede conmover algo que no entendemos? Aquí está la belleza de la sinrazón.
Sin filtro alguno, ni razón, ni lógica que explique lo que vemos, esas obras se nos cuelan en el alma porque nuestra alma sí habla su lenguaje. De alma a alma, zas. Y es que nuestro inconsciente no entiende ningún otro lenguaje que no sea el que habla de nosotros mismos. Así es el Surrealismo. Y las interpretaciones que podamos hacer de esas enigmáticas formas hablará más de nosotros que de los autores que las hayan dibujado.
Esta Pequeña Serenata Nocturna es uno de estos ejemplos. Inquietante, imposible y a la vez tan sugerente. Como si de El Resplandor de Kubrick se tratara, dos niñas gemelas, una rubia y una morena, aparecen en el largo pasillo de un hotel dónde están todas las puertas cerradas excepto una entreabierta, a lo lejos. Luz, resplandor al final. Un girasol deshojado. Una de las niñas tomando el sol y la otra con el pelo ingravido en dirección al techo. Pero no, no les voy a regalar mi interpretación porque les estaría regalando una parte de mí. Hagan juego y prueben ustedes mismos.
Dorothea Tanning fue, también, la mujer de Max Ernst; bueno, una de ellas, aunque ella fue la definitiva. El artista convivió con Dorothea hasta el final de su vida, compartiendo los dos su pasión por las formas de arte surrealistas, y contradictoriamente, también por uno de los juegos de mesa dónde la lógica es quien manda: el ajedrez. Surrealista. ¿O no?